Qué mejor manera de arrancarme una sonrisa que ir a un concierto. Que mejor manera de festejar el Día Internacional contra las Violencias Machistas que viendo a una mujer empoderada celebrando su cultura, su feminidad, su arte. Qué mejor manera de hacer algo diferente que asistir al Auditorio Nacional y disfrutar durante dos horas de Lila Downs.
Mi encuentro con ella, con su música y su pasión fue casual. Fue a través de Ana de Julián, gran amiga y compañera del Máster que al saber que venía a México de pasantías colgó en mi muro de Facebook la canción: La llorona (todo un clásico) y a partir de ese momento surgió el amor. La banda sonora de esta experiencia, un viaje emocional, un conocimiento personal y un reconocimiento sentimental.
Tarde, el concierto empezó tarde, veinte minutos después de la hora programada, pero la espera mereció la pena y a mí me vino bien porque a las 20.35 era cuando estaba ocupando mi asiento. Una butaca lejos del escenario pero un asiento de primera a nivel emocional. No importa estar lejos cuando la acústica es buena, los músicos son increíbles y la artista llena el recinto con su expresividad y su emotividad. Abrió con "Mezcalito"... un homenaje a su tierra, Oaxaca, y un canto a la fiesta en la que se iba a convertir su concierto. Tocó casi todas las canciones del nuevo disco Pecados y Milagros (otra maravilla del diseño por los dibujos y poemas que incluye... nada de fotos personales, puro arte mexicano): Tu cárcel, Zapata se queda, Vámonos, Cucurrucucú paloma, La reyna del inframundo, Solamente un día (una de mis favoritas), Palomo del comalito, ... Pero no se olvidó de otros clásicos como La Iguana, La llorona, ... También pudimos disfrutar del son jarocho, los sonidos del norte, el toque salsero.
Me gustaría destacar a los músicos y la banda Tierra mojada que la acompañaron, en especial, a Celso Duarte el chico del arpa que se marcó unos solos de escándalo y consiguió arrancar vítores y aplausos del todo el Auditorio. También la emoción extrema en la voz de Lila Downs, el poder de controlar muchos registros... desde lo más agudo hasta graves muy emocionales. Resaltar la mesa de "juguetes" que tenía sobre el escenario, muy cerca del micrófono y que le permitía cambiar de pañuelos, instrumentos y decoraciones. Valorar los vestidos preciosos que lució, telas típicas mexicanas con diseños nuevos que resaltaban el pelo azabache de la artista (que le llega por la cintura) y su capacidad de moverlos por el escenario. Aplaudo su expresión corporal al ser capaz de interpretar los movimientos de los animales, la emoción del hombre que se declara y la pasión de la mujer que sufre. Resalto también la labor de los 4 bailarines que la acompañaban y que conectaron con el público con sus paseos por la platea.
Por último, resaltar el amor que desprendió al hablar de su tierra oaxaqueña, el valor cultural de los indígenas y su pasión por México y sus gente. Emoción al agradecer a todo el público su presencia y su compañía; emoción al homenajear a cada un@ de l@s músicos que la acompañaban en el escenario y a toda la gente que estaba detrás de él y habían hecho posible el concierto.
Sólo puedo decir que desde que comenzó el concierto hasta ahora que lo recuerdo mientras escribo no se me quita la sonrisa de cara, siento una profunda emoción por haber podido vivir esta experiencia aquí en México. Como ya dije... son estas pequeñas cosas las que me hacen ser un poco más feliz y pensar que realmente sí merece la pena. Lo único malo... no haberlo podido compartir con la gente que quiero, pero espero que en algún momento se dé la oportunidad y podamos sonreír junt@s.
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