Es viernes y estoy en casa escuchando el silencio. Es viernes y aunque he intentado hacer varios planes, al final he decidido que prefería escuchar el silencio. Sentarme en el sofá de casa, preparar algo de cena y escribir unas líneas. Después de dos días agotadores, y los que se avecinan, es mejor frenar a tiempo y evitar caer en la angustia, la ansiedad y el no llegar a tiempo.
Para resumir: el jueves a las 8 de la mañana conferencia por Skype entre la Ciudad de México (Lorena y yo), Dakar (Antena Regional de África), Madrid (la gente del Iepala) y Manila (representante de Asia para el Grupo de Trabajo de Río+20). Por supuesto la reunión en inglés con partes en español e intentos de traducción simultánea. Acabada la reunión y con las cosas ya preparadas, tomar rumbo al centro para asistir a un Seminario de Comunicación y Derechos Humanos en el Centro Prodh que se extendió hasta las 8 de la noche y vuelta a casa. Para no perder el ritmo, el viernes regreso al Seminario de 10 de la mañana a 20.30 horas. Sesiones de trabajo de 4 horas en la mañana, 2 horas para comer y en mi caso para darme un paseo y disfrutar del sol, y 4 horas más de trabajo en la tarde... agotador. El Seminario finaliza mañana sábado con una sesión en plenaria de 10 a 14 horas y aunque después es la comida creo que voy a disfrutar un poco de mi tiempo.
En líneas generales, el Seminario no estuvo mal, aunque por momentos se me hizo muy básico en los conceptos que se manejaban y fue entonces cuando aproveché para abrir y gestionar los múltiples e-mails que se han ido acumulando y han ido dejando tareas pendientes. Creo que mañana disfrutaré un poco más del silencio y comenzaré mi semana el domingo.
A veces pienso que la lista de tareas, lejos de disminuir aumenta, pero más bien lo que pasa es que unas tareas sustituyen a otras y así sucesivamente. Por eso aprecio estos momentos de silencio en los que sólo se escucha el sonido de las teclas, el aire fresco a través de la ventana, la moto que pasa, los niños que gritan en la calle y la música de algún otro apartamento en el que hay fiesta y han decidido que hoy no es día de silencio. Escucho un perro que ladra, la puerta del vecino, pasos en la escalera. Oigo la música de un coche que frena porque está el tope de la esquina que le impide ir más deprisa. Huelo la cena de la casa de al lado y las flores "huele de noche". Pero de pronto, todo se me hace parte del silencio después de haber estado rodeada de gente, escuchando una ponencia, argumentando, sintiendo el griterío de los puestos, el caos del tráfico y el traqueteo del metro. Aprecio estos momentos en los que escucho mi silencio y mi respiración; aprecio estos momentos de soledad en los que lo único que importa es que pronto estaré en la cama leyendo unas líneas del libro que me regaló Guillermo y esperando que me ataque el sueño para mañana empezar un nuevo día.
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