Salir de la gran ciudad y llegar a la selva supone una hora y cuarto de avión en México. Salir del DF y llegar a un paraíso llamado Chiapas es cuestión de tiempo y ganas. Cerrar los ojos es un insulto cuando llegas a esta región mágica cargada de historia, naturaleza y comunidades indígenas protegidas. En Chiapas el visitante puede ver paredes de hasta 1000 metros de altura en el Cañón del Sumidero, ríos que manan agua sin parar por las rocas en Agua Azul, cascadas de película en Misol Ha', pirámides mayas ocultas en la selva en Palenque, ciudades con encanto llenas de cafés y artesanías en San Cristobal de las Casas, comunidades con su propia lengua y ritos religiosos que te dejan sin respiración en San Andrés Chamula y sierras y cerros y nubes que bajan por las montañas y amaneceres y monos gritando en la puerta del hotel, y niñas descalzas pidiendo en las calles vestidas con los trajes que sus ancestros ya vestían. En Chiapas quedan los restos de lo que en un tiempo fue el Movimiento Zapatista y el EZLN; queda la gastronomía, las plantaciones de maíz, el respeto por la tierra, la importancia de los cultivos, la agricultura, la ganadería. En la tierra del agua y los recursos naturales están los ancianos que beben Coca-Cola como algo medicinal. Está la altura de los cerca de 3.000 metros, están los tamales y el aroma a café.
Chiapas es una de las regiones más ricas de México y también la más olvidada. Es la zona en la que los indígenas conservan sus alimentos, tradiciones y vestidos. Es la zona que quiso luchar por su territorio y frenar la extracción y venta masiva de territorio a las grandes empresas. Es la zona que no recibía más turistas que los europeos y que se ha convertido en una región de culto para nacionales y extranjeros porque el paraíso existe en México. Es la zona de paso de migrantes desde Centroamérica. Chiapas es la humedad, el calor, las lluvias, los ríos y lagos.
Tener la posibilidad de conocer este lugar ha sido algo mágico y demasiado rápido, pero así son los viajes organizados: intentar ver mucho en poco tiempo, siempre corriendo y esperando cualquier oportunidad para hacer la foto ansiada. Esta experiencia me ha dejado huella, poder conocer otro tipo de carácter mexicano distinto al de la capital; poder conocer comunidades indígenas (algo fabricadas ya para la visita del turista) y poder entrar en unas ruinas en mitad de la selva.
Rescatar cada minuto, cada momento vivido se me hace muy difícil hasta en el recuerdo pero sí me gustaría resaltar varias cosas:
1. La magnitud de las montañas y el agua que discurre en esta zona. Hasta donde alcanza la visita hay zonas verdes de bosque y de selva. La naturaleza nos impresiona, nos impacta y nos deja entrar en su enormidad. Quizás sería un buen toque de atención para respetar un poco más y destruir un poco menos.
2. El sincretismo religiosos de San Andrés Chamula donde la iglesia católica se reconvierte en un espacio propio al que acuden los indígenas para realizar sus ritos amparados por la miradas de decenas de santos a los que les cambian el nombre y les ofrecen bebidas, limpiezas de espíritu y sacrificios de gallinas. El olor de las velas y el incienso, el constante murmullo de los rezos en su lengua, en definitiva, el lugar de culto como un espacio para estar.
3. La ausencia de hombres en muchas de las comunidades y la ausencia de respuesta cuando se pregunta dónde están. Algunos están muertos, otros escondidos, otros dentro de las casas mientras mujeres y niñas salen a la caza del turista para vender sus pulseras, cinturones, bolígrafos y bolsas.
4. La ausencia de respuesta cuando se pregunta por el Movimiento Zapatista y el rechazo de mucha gente. Lo que en Europa se vendió de una manera parece que los chiapanecos lo vivieron de otra. Le cuentan al turista que fue un engaño, un movimiento articulado desde el gobierno y la iglesia que sólo quería desviar la atención hacia otro lado, un movimiento que ahora parece dormido (que no muerto) y que debe reinventarse. A pesar de la defensa de las comunidades indígenas muchos se quejan del trato de favor que reciben por las subvenciones del gobierno. Y si me preguntan por el Subcomandante Marcos: ni está, ni se le espera. Incluso algunos dicen que cuando regresó del DF en el 2000 le dieron dinero para que se marchase del país porque su misión había terminado.
5. El encanto de San Cristobal de las Casas con sus calles empedradas, su mercado de artesanía, su variedad de iglesias, su olor a café, sus indignados/desplazados en la plaza frente a la catedral, su exposición de jaguares pintados.
Qué más puedo decir... sólo que sigo con los ojos abierto porque tengo miedo de cerrarlos y no poder recordar todas las maravillas que he visto.
DEDICADO A MI MADRE Y JAVIER QUE HAN HECHO POSIBLE ESTE VIAJE... GRACIAS!!
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