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Ofrenda en Bellas Artes |
Todas las personas tenemos un ciclo inexorable desde el momento en el que damos nuestro primer aliento en el mundo. Las ciencias dirán que ese ciclo es nacer, crecer, desarrollarnos, reproducirnos y morir; pero lo cierto es que todo ese ciclo se convierte en algo importante en el momento en el que el viaje no lo hacemos solas: nacemos, recibimos el amor de nuestra madre y de nuestro padre, aprendemos a caminar, a caernos, aprendemos a besar, a querer, a abrazar. Conocemos a otras personas que también aman y sienten. Sufrimos, lloramos, nos caemos y nos volvemos a levantar. Sonreímos, nos enfadamos, gritamos, aplaudimos. Percibimos los colores, la música, el frío y el calor; nos sudan las manos, hacemos el amor, nos miramos a los ojos. Viajamos, conocemos otros sabores, nos bañamos en el mar, miramos las estrellas, nos mojamos con la lluvia y nos quemamos con el sol; probamos el alcohol y nos emborrachamos, aprendemos a leer y a escribir, nos comunicamos, nos acariciamos. Cocinamos, cuidamos una planta o dos, dejamos libros sin terminar y platos sucios. Nos emocionamos con una película, nos enfadamos con nuestra familia, nuestras amigas, con los compañeros de trabajo. Y en algún momento morimos...
Pero morir no significa olvidar, no significa desaparecer, porque nadie muere mientras se le recuerda, mientras se habla de esa persona, mientras se la tiene presente. Cuando una persona que queremos muere no deja de estar con nosotras, no deja de mirarnos desde una fotografía, permanecen sus consejos, las experiencias; permanece el amor que no nunca se marchita porque en algún momento amamos a esa persona.
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Ofrenda completa |
Si algo me ha regalado México es ver el Día de Muertos desde otra perspectiva. Poder recordar, poder hacer una ofrenda con la intención de que los muertos nos visiten, que por una noche vuelvan a abrazarnos, que por un día vuelvan a compartir la comida. En la ofrenda hay flores de cempasuchil (claveles chinos de color naranja) que inundan con su olor dulzón toda la sala, hay velas que alumbran el camino, están algunas de las cosas que a esa persona le gustaban, hay comida, hay agua, sal, incienso y recuerdos, hay calaveras que nos recuerdan lo que somos y lo que queda de nosotras.
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A mi abuela Mari |
Este año he decidido hacer mi propio altar, mi propia ofrenda dedicada a mi abuela materna, aunque en el fondo también está dedicada a mi abuela paterna y a mi abuela no biológica que fue la madre de Amparo. Se lo dedico a ellas porque su atención, sus cuidados y su cariño sé que me acompañan en cada paso, sé que estén donde estén me cuidan, me guían, me protegen para que todo vaya bien. Me dan las fuerzas que necesito en los momentos de bajón, me acompañan en los momentos de soledad, me ayudan a cruzar la calle, a seguir trabajando con pasión. Procuran que la distancia física que me separa de Madrid no sea tan dura. Me alientan, me arropan por las noches, me consuelan en los momentos de llanto. Y además de cuidar de mí, sé que cuidan de mi madre, de mi padre, de Javier y de Amparo; sé que a ellas y a ellos también les dan la fuerza que necesitan para soportar la distancia.
Junto a mis abuelas he vivido algunos de los momentos más felices de mi infancia. Junto a ellas viajé por primera vez en metro, construí castillos de arena en la playa, disfruté de la Navidad; junto a ellas, caminando de la mano, arreglando el mundo, compartiendo la vida, aprendí a crecer. Las echo de menos y me gustaría que pudieran verme a ahora, me gustaría poder verlas una vez más y saber que se sienten orgullosas de la persona que soy ahora, de las cosas que hago, de cómo me comporto, de cómo quiero, de las decisiones que tomo, del trabajo que hago.
En este Día de Muertos de 2012 donde tan lejos estoy de mi hogar hay niñ@s disfrazad@s que corren por mi escalera pidiendo dulces, hay catrinas que pasean por las calles, hay ofrendas en las iglesias y en los lugares públicos. En este Día de Muertos os quiero recordar sabiendo que no sólo os recuerdo hoy sino casi todos los días.
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