Camino de El Táscate en lo que parecía ser una noche cerrada, de pronto el sendero se ilumina. La luna como un gran foco se abre paso entre la nubes, los pinos y las encinas para advertir de dónde está la siguiente curva o desnivel. Lástima que esta noche las estrellas no son compañeras de viaje.
Cuando llegamos a la casa de madera somos nueves personas. Constantemente nos mandan a dormir a la parte de arriba a dos catres especialmente acomodados para la visita de los extranjeros. Toda la familia ocupa la sala, se acomodan en las banquetas alrededor de la mesa o en esteras cerca de la estufa metálica alimentada con madera. Todos hablan en rarámuri y se ríen. Rodrigo y ello estamos acostados y escuchamos las carcajadas desde el piso superior. Nos miramos y reímos también. Creemos que querían estar en familia, querían hablar de sus cosas y nos tener visitas ni ojos sorprendidos que miran sin comprender una sola palabra; creemos que también aprovechan para hablar de nosotros y nosotros aprovechamos para contar anécdotas del viaje y también pasar un rato "en familia" o al menos en la amistad que se ha consolidado en este viaje.
Don Javier ha muerto. Es la noticia que nos despierta en la llamada con una llamada de teléfono. El primer día que llegamos a Norogachi su esposa, y prima de Chiro, nos preparó la comida. Dijo que su marido estaba enfermo, ingresado en el hospital de las monjas; nos dijo que tenía neumonía y que estaba muy grave. sus hijos llegaron por la mañana. Dos días más tarde se oficia la misa de cuerpo presente en la Iglesia del Pilar. Su cuerpo será velado en casa y todo el pueblo lo acompañará hasta el cementerio caminando detrás del coche fúnebre. Don Javier era un hombre querido o al menos eso parece con los comentarios que se escuchan de él y la larga comitiva que camina en silencio tras el ataúd.
Nos cuentan que él decía que era el "hombre de las buenas y las malas noticias". Además de una pequeña tienda y de preparar comidas en la cocina de su casa, su esposa y él se encargaba del teléfono. Su casa era "la caseta". La cobertura telefónica es muy mala en la zona y no todo el mundo puede tener un móvil y a veces aunque se tenga es inservible. Así que a su casa llegaba la señal y todo el mundo le daba a sus familias su número de teléfono "para cualquier cosa". Así que Don Javier era el primero en recibir las noticias, buenas o malas, de casi todas las familias de la comunidad, y él caminando buscaba a la persona interesada y le contaba lo que había. Dicen que decía que había anunciado demasiados fallecimientos y pocos alumbramientos.