Molinares |
Por la noche en Molinares se escuchan las ranas y los grillos. En El Táscate, que además de un lugar es el nombre de un árbol, no hay ranas pero sí grillos. En Molinares a pesar de las gallinas no hay gallo que las fecunde; pero en El Táscate los gallos son los que a las seis de la mañana anuncian que ya es de día.
Las estufas de hierro cargadas de madera más o menos seca calientan el agua para el café de la mañana y queman la plática en familia de la noche, dan calor e invitan a irse a la cama con colchón de lana que se hunde y se balancea con cada movimiento de sueños inquietos. Por la mañana, todo está verde y ha nacido el pasto que cubre el suelo cubierto de rocío y que alimenta a caballos y vacas en los recintos cercados.
Estufas que me llevan de vuelta a casa de mi abuela. Recuerdos imborrables de mi infancia |
A través de los bosques de encinas se filtran los primeros rayos de sol que levanta el vapor del suelo convirtiéndolo en una neblina que se pega a la cara y que sólo deja intuir la amplitud del valle y las siluetas de las casas y la carretera de tierra que corta las lomas. En Molinares el sol se refleja en los troncos cortados que esperan ser recogidos y llevados al aserradero. En EL Táscate el sol se refleja en la hojas verdes de la milpa y en la cubierta del invernadero. El agua ya está caliente; el café es soluble pero los huevos son frescos, con la yema muy amarilla y la clara muy sabrosa.
Lilia y Pepe nos hablan de sus hijos, de las elecciones, de cómo está la escuela, de su relación con el nuevo maestro y de algunos de sus vecinos. No sabemos de qué hablan Chiro y Luli porque lo hacen en rarámuri pero deben ser muchas cosas divertidas porque a cada rato ríen y pocas veces nos miran; no importa que haya invitados en casa.
Por la mañana en Molinares se hacen tortillas de harina (harina de trigo mezclada con una cucharadita de levadura y un poco de sal). Por primera vez en mi vida he metido las manos en la masa y he amasado tortillas. Las tres primeras parecían masa para pizza, guarache y hot cake; la cuarta salió por fin redonda (bueno, más o menos redonda). Don Pepe se ríe y me da indicaciones desde la cabecera de la mesa: fuerte, dale vuelta, otra vez, ya te va saliendo. Ha dado la vuelta a la silla y se sienta a horcajadas, con un mano apoyada en el respaldo mientras que con la otra sujeta la taza del café y sonríe.
El Táscate |
Por la mañana en El Táscate tengo que ir al baño pero no está dentro de la casa, salgo al frío de la mañana y miro a mi alrededor: no sé dónde está, así que me arriesgo a salir detrás de un arbusto cercano con la esperanza de que nadie más salga con la misma urgencia y sienta que ese también es un buen lugar. Más tarde me enteraré que era en la otra dirección, que la pequeña caseta a unos cuantos metros es la letrina. La primera vez que la visito me viene a la memoria la película Slumdog Millonaire... tengo miedo de caerme dentro. Lo único "bueno" de no saber dónde estaba la letrina, es que al final no he ido sola detrás del arbusto; al menos ocho pollos ya medio crecidos me han acompañado y después, más rápidos que yo se han metido en la casa. "¡Mierda! y ahora ¿qué hago?" -pienso. Chiro y su esposa siguen acostados en la planta de arriba pero no creo que quieran bajar y ver como su cocina está llena de pollos que corretean de un lado a otro picado el suelo en busca de comida. "¿Dónde está la escoba?" - digo en voz baja mientras miro a mi alrededor. "Ya la tengo, todos fuera!!" Y después de cerrar la puerta, respiro más tranquila y me siento en una silla para ponerme las botas de montaña a la espera de que mi corazón recupere el latido normal. Va a ser el segundo día que pase sin ducharme pero que coma huevos con frijoles para desayunar.
Regresé al Molinares después de visitar los cultivos de besa de El Consuelo y las trincheras para el arroyo montada en la caja de la tronca, esquivando las ramas de los árboles, saltando en cada desnivel e intentando agarrarme de algún lado mientras saco fotos del camino. Caminamos por un bosque de olmos, lleno de ramas, árboles tumbados y hojas que crujen bajo mis pies.
Árboles corazón. Homenaje a Juego de Tronos que tanto me acompaña en este viaje por México |
De camino a Norogachi subimos y bajamos la Barranca tan deprisa que casi no se veía el increíble paisaje de toda la sierra encadenada y bañada por el río. Los caminos de tierra terminará por destrozar mi espalda pero me permiten escuchar el bosque, ver los árboles corazón (madroños que de manera espontánea pierden la corteza y dejan al desnudo su alma roja y blanca) que sobresalen frente al resto por su color y no por su altura.
Hace unos meses llegaron a Molinares cuatro camionetas del ejército y asustaron a la gente con sus armas. A Norogachi llegó el Cártel de Juárez y el de Sinaloa y se enfrentaron en la carretera; los militares que llegaron encontraron fuego cruzado. Mataron a un soldado, de los otros nada se sabe. En ambos lugares han encontrado fosas con gente: seis, ocho, once personas con familia. En los dos lugares la gente sabe lo que pasa pero pocos hablan, miran al suelo, giran la cabeza y bajan la voz. Mientras unos talan madera otros siembran marihuana y todos guardan silencio. Dicen que el Chapo está en Sinaloa o puede que en Guachochi, dicen que ha ido de visita y que la propia policía lo escolta por las calles. Dicen que el Mirador que está en la Barranca de la Sinforosa lo construyó él para poder ver la sierra. Dicen que en Molinares levantaron al nieto de Don Enrique por juntarse con la gente mala y nadie sabe dónde está; al otro lo tienen en Veracruz y ya no saldrá de la cárcel en lo que le queda de vida.
BIENVENIDOS A MI VIAJE POR LA SIERRA TARAHUMARA
Camino de Norogachi: en la Barranca |
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